sábado, 17 de julio de 2010

Si quieren que el amor entre ustedes perdure, vuelen juntos pero jamás atados

Con una abeja en los cabellos me fui por las calles del mundo. Una abeja que zumbaba entre mis cabellos, batía convulsivamente las alas y zumbaba, zumbaba. Y yo la dejaba construir su panal en mi cabeza y todo lo que veía me decía :
"Tienes los cabellos que parecen miel", sin saber que en mi cabeza había una abeja dando vueltas con su cuerpo tierno y bicolor, jugando.
Y me hacia Compañía, una compañía que se volvió irrenunciable, aunque no podía confiarme demasiado: aveces me picaba en la nuca para provocarme dolor. Pero mi abeja era demasiado pequeña para eso, en mi depositaba su miel, no su veneno. Un día la abeja le susurro algo al oído, pero era un susurro demasiado débil para que pudiese oírlo. Nunca le pregunte que había querido decirme y ya es demasiado tarde; de imprevisto mi abeja se fue de mis cabellos y alguien la mato... La aplasto... y en el mármol blanco puedo ver como brilla un liquido, una sustancia: lo tomo con una espátula y lo llevo a un laboratorio para que lo analicen.
-Veneno- me dice el biólogo.
-Veneno- repito yo.
Mi abeja murió envenenada, no aplastada.
Unas horas antes me había picado.

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